Métrica libre (o asalvajada, según se mire).

Y amor. Y dolor también.
Y soledad.
Y la luna, cada noche, plantada en mi cabeza.



miércoles, 15 de febrero de 2012

Erre que erre

Reconozco que esta pieza ha sido escrita a traición, porque me has hecho llorar y mucho, y ser feliz, y volver a llorar.

Así que espero que te pases un buen rato llorando tú también, para empatar. ;D

Para ti, mi primer amigo.



Hoy me has vuelto a regalar
otro mapa del tesoro
con piruletas rojas por chinchetas,
y puntos kilométricos por pistas
que muestran cómo llegar a un rincón
(ahí, al fondo a la derecha)
donde escondiste una vez nuestro columpio;

Aquel columpio gastado
con forma de caballito, y
tus ganas de columpiarme
para que vea
qué bonito se ve el mundo desde allí.

Siempre me dejas creer
que me sientan bien las riendas
(callas,
guardas para ti tu verdad y tu pena)
y me columpias.
Y me sigues columpiando
porque ni sabes parar ni quieres.
Porque si no hubiéramos tenido que crecer,
me seguirías columpiando a estas alturas,
caballo va,
caballo viene.

“¿Te has fijado?
¿Pero te has fijado de verdad? Mira,
mira qué bonito es todo desde allí,
Y mírate tú. Qué guapa.
¿Por qué siempre estás tan guapa?
Mírate”.

Y yo te miro también,
y también callo,
porque yo también me tengo pena
y también lo disimulo.

Porque sé (y sabes que sé)
que tú siempre lo has sabido.

Y aun así,
incansable, tú,
erre que erre,
me esperas con tu columpio y
tus ganas de columpiarme
ahí, al fondo a la derecha,
en un rincón.

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